martes, 10 de marzo de 2009

texto 4 Proyecto educativo, autonomía pedagógica y organización escolar.

Algo que me ha llamado la atención de este texto lo dice al principio, eso de que el proyecto educativo debe tener un ojo en la realidad, y el otro mirando la utopía. Personalmente, creo que es muy bonito de decir, pero bastante complicado de llevar a cabo, pero si nunca se intenta, nunca se sabe si puedes llegar a cambiar algo, por lo menos, dentro de tu centro educativo, ser algo así como “el garbanzo negro”, la persona idealista y soñadora que trata de cambiar la educación, empezando por si mismo.

He tenido la oportunidad de visitar el colegio TRABENCO en Leganés, y he podido comprobar por mi misma que es posible organizarse en torno al diálogo, las asambleas y llegando al consenso, que creo que son puntos importantes que trata el texto de cómo debería construirse un buen proyecto educativo.

Desde mi punto de vista, innovar no es ser un radical que no acepta en absoluto el sistema antiguo. Para mí, innovar es ver la parte positiva del sistema antiguo, y conservarla y a su vez, ver los puntos negativos de ese mismo sistema y cambiarlos, para mejorar.

Se puede entender la autonomía desde diversos puntos de vista: la autonomía liberal, ligada al docente y su libertad de cátedra; la autonomía neoliberal, asociada a que el centro pueda escoger a los alumnos que pueden estudiar en él, desprestigiando a las personas y creando una sociedad más clasista aun de lo que ya es; y la autonomía innovadora, que es la que me recuerda un poco al tipo de autonomía que se da en el TRABENCO, que tiene la estructura de un colegio normal aparentemente, para cumplir administrativamente (director, junta directiva, coordinadores de ciclo…) pero que en el fondo, tiene una organización basada en la igualdad, donde todos tienen voz y voto y todos pueden implicarse en la educación.

En otras escuelas como en el O´Pelouro de Galicia, podemos ver como se educa en la diversidad, como todos los niños se ayudan entre ellos, y que no se clasifica a los alumnos con la etiqueta de “superdotado”, “autista” o “normal”, si no que cada niño es una persona con nombre y apellidos y todos se ayudan entre ellos, aprendiendo los unos de los otros y decidiendo por si mismo los que van a trabajar.

En este tipo de centros, no sólo la organización del personal es importante, si no que la distribución del tiempo y el espacio también cumple su función. En el TRABENCO, las aulas de primaria estaban organizadas por rincones y las mesas formando pequeños grupos de trabajo, fomentando así el trabajo cooperativo. En cuanto al tiempo, resulta sorprendente ver cómo los alumnos pueden elegir qué trabajar, o en qué momento trabajarlo.

Quizá me he basado mucho en la experiencia que tuve en este colegio de Leganés, pero es que cada párrafo que leía en el texto me recordaba a ello, porque es un tipo de centro que lleva a cabo todas esas teorías utópicas que nos enseñan a lo largo de la carrera y nos demuestra que es posible otra forma de hacer las cosas.


Un saludo, Rebeca Ruiz

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